Oliviero Toscani en Chao Racismo

CIMPI 2014, Cartagena 29 y 30 de mayo.

Una experiencia increíble. Conocí personajes realmente interesantes. Como al fotógrafo italiano Oliviero Toscani, conocido por sus controvertidas imágenes como las que usó United Colors Benetton para sus campañas publicitarias, donde hace inclusiones de razas diferentes. "Esas fotos no son de Benetton, son mías", dijo. 

"La fotografía es el arte más fácil de todos. Todos hacen fotos. Estoy seguro que si le pongo una cámara a un burro entre las orejas, hace mejores fotos que yo", dijo el artista en una de esas frases que fui anotando.

Este personaje no tiene televisión en la casa. La odia. Se siente encarcelado si la ve. No cree en la publicidad. No cree en los premios. Se ha ganado varios que no ha recogido. Así es. Así piensa. 

Tiene 72 años y dice que la foto que no ha tomado todavía es la "de una sociedad perfecta". Eso lo dijo después de decir que la que más le gustaría tomar es la de él mismo. Cuando muera. 

"En la fotografía publicitaria nadie te mira. Están ahí para ser mirados. A mi me gusta la fotografía de la gente que muestra su espíritu, su alma". Si. Estamos de acuerdo. Y se las exhiben por todo el mundo. Me tomó foto a mí. Firmé un documento para autorizarlo. Así que a lo mejor me verá por ahí.

Toscani, en su conferencia, fue hablando y mostrando sus fotos favoritas. Unas conocidas. Otras totalmente inéditas. Y seguía compartiendo su manera de ver el mundo. "La fotografía es solamente el medio que uso para poder expresar e interpretar". Excelente. 

"Cada persona es una obra de arte única. El coraje del artista es hacer lo que siente".

Para Toscani la diferencia entre una buena o mala fotografía no existe. "Todas son buenas", y finalizó diciendo que "hay que mirar bien alrededor". 

 



Es tiempo de fútbol

La espera de cuatro años termina pronto. Esta vez el ingrediente dulce del mundial, es que la Selección Colombia estará en el banquete. Eso quiere decir que aumentará el drama y el sufrimiento. Y claramente, en el fondo de nuestros corazones habrá siempre un sueño. El sueño de ser protagonistas. Llegar lejos. No dejar de creer que podemos ser los mejores.

Por eso, después del Giro de Italia, con Nairo, Rigoberto, Arreondo, Pantano, y todos esos colombianos que se montaron en sus bicicletas hace dos semanas para cambiar la historia del ciclismo mundial, se viene el mundial de fútbol Brazil 2014. Con fe y huevos. Claro que podemos vencer a los llamados grandes. Es decir que es posible ser campeones.

Empieza el mundial. Empiezan las emociones. Que viva la fiesta del fútbol señores.

Que ruede el balón.

Durante un mes estaré pendiente del fútbol. De todas maneras, quiero darle la bienvenida a todas las fotos que salgan en este mes.


 

Es bueno ser bueno

Como persona y con lo que hace.

Esto no es una narración de una película ni un horóscopo. Pero prenda velas. Muchas velas.

 

¿Ya decidió hacer lo que más le gusta hacer? Muy bien. Ese es el paso más complicado de dar hacia la independencia. 

Ahora dedíquese a trabajar con gente apasionada, emprendedora, comprometida. Con gente buena. Personas que tengan buena energía. Los resultados serán una maravilla. Trabaje para usted, pero pensando en ser soporte para otros. Es mejor.

Yo soy fotógrafo principalmente de matrimonios. ¿Qué busco? Expresiones. Emociones. Momentos. Dejar feliz a mis clientes. Entregándolo todo. Hacer más. Disfrutar cada experiencia. Y por más pesado y complicado que sea el escenario y sus personajes, no dejar de sonreír. Ponerle buena cara a los momentos. Usted es su propia empresa. Esa buena imagen que logre transmitir en sus eventos, le abrirá puertas y vendrán más oportunidades. Así de sencillo.

Sus relaciones con la gente que trabaja en negocios afines deben ser generosas, amables, de buenas intenciones. De esta manera, se llenará de aliados. Amigos. Conozca bien a las personas con las que va a trabajar. Y gánese su confianza y trabaje para que ellos se ganen la suya. Y no permita que se confundan los caminos que lo llevan a trabajar con personas que no van hacia donde va usted.

Aléjese de las personas negativas, que dicen mentiras para lograr cosas o que se inventan cosas que los dejen bien con sus clientes. Apártese de personas que le hagan mal ambiente o que le respondan con groserías o que ignoren sus inquietudes. Hay millones de personas que hacen bien lo que hacen, principalmente, porque hacen lo que les gusta. Esté alerta. Hay personas que quieren la competencia desleal, tramposa y que están en función de hablar mal de usted solamente para dañar su buena imagen. Empiece a decir "no" cuando vea que el panorama es gris con tendencia a tormenta. Es mejor caminar solo que mal acompañado. Definitivamente.

Al final, si usted obra de buena fe, con buenas intenciones, con honestidad y claridad, nunca le hará falta trabajo. Los otros, los de las malas caras, los que lo ven a usted como poca cosa, o que lo pordebajean, serán así siempre y a esas personas no les vienen buenos tiempos. Dígales "chao". 

Sepa elegir con quien trabaja.

Quiero agradecerle a mi equipo de profesionales. Facilitadores. Asistentes. Colegas que trabajan conmigo, dando lo mejor de ellos. De buena fe. Con una entrega sin condiciones. Poniendo pasión y amor por lo que hacen. Es mejor trabajar así. Los valoro y respeto por eso.  

Mejor dicho, mi sugerencia es que sepa rodearse bien. Lo que no sirva, que no estorbe. Trabaje por su tranquilidad y felicidad. Otra vez, acuérdese que usted mismo es su propia empresa. Sepa qué camino seguir y con quien.

Yo sigo el ejemplo de mis viejos, que han caminado juntos por más de 40 años construyendo un mundo maravilloso, absolutamente lejano a las pretensiones y apariencias. Sé quien eres y disfrútalo. Y en su mundo, son reyes. Y en su territorio solamente hay buenos ciudadanos.
 



MYSELF, reinventándome

Listo el estudio. Fondos. Luz natural. Luces de fotografía. Cámaras. Modificadores de luz. Música. Sillas. Mesas. Ideas. Muchas ideas.

He decidido abrir al público un lugar donde usted puede descubrir algo que está en usted y que usted no sabía. Y que gracias a una foto, lo descubre. ¿Qué tal?

Hace poco, tuve el placer de trabajar con Bruno Díaz. Bruno es un actor colombiano, que yo veía cuando era niño en una novela que se llamaba Gallito Ramírez. Él representaba a Fercho Durango, el antagonista y trabajaba al lado de Carlos Vives, que era el actor principal. Pues el cuento va a que Bruno descubrió cosas que no había visto de él mismo.

Eso mismo quiero poner a disposición de ustedes. Y de fotógrafos que quieran aprender técnicas de iluminación, manejo de luz natural, flashes, luz fija, etc.






El chef que me posó en Baker Street

Estábamos a punto de ponernos guantes, bufanda y un gorro de lana gruesa para cubrir cabeza y orejas, cuando oímos en las noticias locales: "este es el invierno más fuerte de los últimos 40 años en Londres".

Era tremendo. El día empezaba a acabarse a las 2 de la tarde. Me acuerdo que me impactó ver las calles del barrio iluminadas a las 2.16 de la tarde. Eso quería decir que tipo 8pm, ya estábamos a media noche. Pero no, a esa hora todavía había cosas para hacer y muchas para pensar.

En una de esas tarde-noches heladas londinenses, en plena reflexión profunda, se me ocurrió hacer una revista impresa. Pensé que sería un buen lugar para combinar escritura con fotografía. Y me puse en la tarea. "Voy a hacer una revista", le dije a mis amigos. Al final, resultó ser un experimento de catorce números. Hasta cuando decidí ponerla en pausa mientras venía a Colombia. "Vamos por seis meses. Veremos qué pasa allá después de once años. Luego volvemos". ¿Volvemos? No señor. Acá seguimos. Y ya han pasado casi 48 meses.

El cuento iba en que una mañana de ese invierno estaba yo en una oficina de giros internacionales, cuando oí la voz de un colombiano que llamó mi atención. Hablaba fuerte y contaba anécdotas que hacían reír a otros personajes que estaban con él. Me acerqué y me presenté. El hombre me saludó con amabilidad. Tenía un gorro azul y un delantal de rayas. "Soy chef", me dijo. Le hice un par de preguntas y otras veinte más. Resultó ser todo un personaje. Le pregunté si le podía tomar una foto. "Claro, hágale", me dijo. "Es en la calle. En la mitad de la calle", le aclaré. "Uy cómo es eso, barájemela más despacio", me dijo mientras asomaba la cabeza por la puerta que daba hacia Baker Street. 

Ese día tuve suerte. Tenía a la mano mi cámara Nikon D300! Y me salí a la calle con Germán Mancera. Le dije, párese allá y camine hacia mí. "Uy pero espere porque se nos viene la policía", me dijo con la voz temblorosa. Por el frío. "Párese allá. Eso. Ahora camine hacia mi. Excelente". 

En la foto, se pueden ver claramente los carros detrás de este personaje. Venían muy despacio, arrancando de un semáforo. Conductores y pasajeros veían con cierta curiosidad el simpático episodio de un Chef caminando por la mitad de Baker Street.

Este chef que le dio dos vueltas al mundo, me dio un abrazo enorme. Me agradeció la foto y el interés en publicar su perfil en mi revista. 

Unas semanas después fui a Canteen, el restaurante donde trabajaba Germán. "Él ya no trabaja acá", me dijeron, ignorando además su paradero. Nunca más supe de este bogotano, hasta hoy, que empecé a desempolvar algunas historias que quiero compartir en este blog.

Los dejo con la foto de este simpático colombiano y su perfil.

 

el chef que paró el tránsito en Londres


 

A raz de pasto en el Campín

Que no se nos quede el celular en la casa nunca. Significaría quedarse sin cámara fotográfica de bolsillo.

Esta es una historia del pasado de la que no hay un recuerdo gráfico a la mano, sólo el recuerdo borroso de un disco duro de 41 años. Por eso es que la tecnología es clave por estos días. Hay que sacarle provecho, de lo contrario, pasará el tiempo, la memoria fallará y no podremos igualar con palabras lo que podemos hacer con fotos.

Cuando tenía como seis años, mi tío Ricardo Salgado Iregui me llevó al estadio por primera vez. Me acuerdo del momento como si fuera ayer, pero como les digo, es borroso. Por ejemplo no me acuerdo qué tenía puesto ese día. Seguramente estábamos de azul. ¿Se llenó el estadio? Ni idea. ¿Quiénes jugaban? Sabrá Dios. Pero si tengo imágenes más claras de los chicharrones y las paletas de dos sabores.

Nos acercábamos mi tío  y yo a una mole gris enorme que le decían El Campín. Ya mis papás y mi tío habían hablado del tema. "Ya puedes ir con Richi al estadio". Para mí era como un sueño. Otros habrían querido ir a ver a Mickey Mouse en Disney. Pero señoras y señores, lo mío era el fútbol. 

De pintas, colores y cosas de esas que ya mencioné, no me acuerdo. Pero hubo vainas que me impactaron. Vivir en carne propia la emoción de que Millos metiera un gol. Todo el mundo saltaba y gritaba. El estadio se mecía. Todos éramos felices. Detalles del partido no me pregunten. No me acuerdo. Pero de lo que sí me acuerdo y que fue lo que más me impactó, fue que cuando el otro equipo nos metió un gol, los hinchas azules aplaudieron la jugada. Eso me marcó para siempre. Existía el respeto por los otros equipos al punto del aplauso. Increíble.

Hace unos sábados atrás, volví al estadio. Esta vez entré por donde parquean una ambulancia y un carro de bomberos. Se pasa un túnel corto y se alcanza a ver la parte sur del estadio. Desde ahí se oyen los coros de las barras, como si fueran saliendo por el desfogue del estadio. Esas barras que cada vez parecen estar más bravas. Cruzo el oscuro pasadizo y salgo justo por debajo de los Comandos Azules. Bravo. Con algo de nervios, me doy vuelta hacia la tribuna y me encuentro con el enorme tablero electrónico y entre ese monstruo y yo, uno que otro aficionado, endemoniado, gritando cosas. Nadie se puso de acuerdo en qué gritar. Puras repúblicas independientes.

Ahí parado con algo de dificultad, pues tenía una pierna lesionada por desgarre, traté de enderezarme para hacerle una foto a la tribuna que no paraba de latir. El sol golpeaba duro la cara de la gente ese día. Se veía la mitad del estadio bajo el sol sabanero, ese mismo que deja el cachete rojo muy rojo. Y en el medio, atravesando todo el estadio, una enorme línea que indicaba dónde empezaba la sombra. La sensación de estar allá abajo es increíble.

El ambiente previo al partido de fútbol deja un sabor rico. Ir a ver el show que mueve masas, sin saber qué puede pasar. Adrenalina pura. Suspenso. Nervios. En el fútbol hay tres alternativas. Pero cuando hay pasión por un equipo, sólo hay espacio para una: ganar.

Caminé hasta la salida de los camerinos. Salieron a calentar los jugadores de Millos y del Deportivo Cali. La fiesta del fútbol estaba por empezar. Más fotos con mi celular. Más gritos y euforia. Se oyen gritos que bajan contundentes desde las tribunas. Te vibran las medias. Y de ahí para arriba. Corean los nombres de sus ídolos. Humo. Gritos desordenados a la distancia entre tribunas. Termina el calentamiento y se acerca la hora de la verdad.  Entran los jugadores de nuevo a los camerinos para cambiarse y salir al combate.

Salen al campo los jugadores, cada uno con un niño de la mano y se forman como se ve en televisión. Suenan los himnos. Todo el mundo canta el himno. "Quítese la cachucha venezolano", gritan unos.  

Con mi cámara de bolsillo le tomé fotos a los jugadores de Millos. Pero entre los jugadores y yo estaban las porristas. Divinas. Esas que todos vemos de reojo cuando estamos cerca, pero que visualizamos total y libremente cuando estamos en las tribunas. Me atreví a hacer lo contrario en ese momento. Con mi celular en la mano empecé a hacerles fotos. A las porristas. Nadie dijo nada. Nadie me miró. Perfecto. Todos estaban gritando o distraídos viendo a sus héroes en la cancha. Yo también estaba distraído. Con los pompones. Fotos. Fotos. Encuadre. Atrevimiento. Click.

Listos los actos protocolarios y que arranque el fútbol señoras y señores.

Con cara de niño bueno vi cómo se acercaba el señor de las paletas. Las cargaba en una caja de icopor. En su mano resaltaba un enorme anillo plateado con una piedra de color verde botella. Entre esos dedos cruzaba dos paletas que se veían absolutamente provocativas, a pesar del anillo. Yo era invitado. Tenía que comportarme con prudencia, trabajando en futuras invitaciones. Mi tío a lo mejor sentía el mismo deseo que yo, pero con un retraso de segundos largos. Entonces las palabras mágicas llegaban: ¿Pabluchas, quieres una paleta? 

Con la boca repleta de mora y las manos llenas de dulce y pegajosas, me quedé tranquilo.

El ambiente sube. Siempre vibrante. Es una pasión que va en la sangre desde pequeños. Así fueron muchos domingos. Muchas victorias emocionantes. Millos siempre ganaba.

Esta vez fue sin paleta. Sin mi tío en este mundo. Pero con una cámara en mi celular en la mano que me ayuda a recordar ciertas cosas que con el tiempo sería imposible mantener en la memoria. Las vivencias quedan en el corazón y en ese disco duro que lo acompaña a uno toda la vida y hacen parte de tu alma. Y eso está bien.

Acá algunas de las fotos que tomé hace unas semanas. Fue un juego parejo. Fabián Vargas, saltó, cabeceó. El arquero del Cali se estira, toca la bola pero no evita el gol con el que Millos ganó el partido 1-0.

 

Recuerdos del fútbol.

 

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