artista colombiano

Personal Project: Ruven Afanador

"Maestro, soy Pablo Salgado, fotógrafo colombiano, voy para Estados Unidos y me encantaría conocerlo. Admiro su trabajo y su maravillosa carrera artística. Como parte de mi presentación, le adjunto un par de fotos que me publicaron recientemente en la Revista Bocas de El Tiempo. Son la maestra Beatriz Gonzalez y el maestro Antonio Caro". Al día siguiente me respondió. Era la mejor de estas dos opciones: si no me responde, no pasa nada. Pero qué tal que me responda. 

"Te invito al lanzamiento de mi libro Angel Gitano el 6 de noviembre. Las fotos que me mandaste son buenas en todo nivel".

Tenía que ir a Nueva York.

Ya instalado en Nueva York City, me fui temprano para saber bien dónde quedaba la galería. Caminé. Cogí metro. Caminé. Me perdí. Llegué al edificio donde está Throckmorton Fine Art. Subí al tercer piso y cuando se abrió la puerta del ascensor me recibió de frente una fotografía, la misma de la portada del libro Angel Gitano. Me emocioné demasiado. Me recibió también una relacionista pública quien me indicó dónde estaba el maestro. Luego me dijo que apenas terminara esa entrevista podría ir a saludarlo. Y así fue. 

Cuando lo vi, le dije: "Maestro, usted es altísimo". Después, para que me ubicara, le mencioné que le había enviado un email la semana anterior. Lo recordó. Me saludó cordialmente. Luego le hice preguntas. Le pedí consejos. Me contó cosas como: "Cuando estoy tomando fotos, no estoy muy pendiente de cómo están quedando, no me pongo a verlas en la cámara; casi que las hago sin pensar".

"En Colombia pasan muchas cosas interesantes, pero la fotografía no la pagan bien; no se valora bien el arte", me dijo con una profunda mirada desde sus 1 con 86 metros. 

"Es muy importante tener un agente que te represente, te verás y te verán más profesional", dijo mientras revisaba con la mirada si ya venían los de Univisión para su siguiente entrevista. 

"Una persona que influyó mucho en mi carrera me dio dos consejos: no deje de tomar fotos; tome todas las fotos que más pueda; y vaya a Italia...", luego me confesó que haber ido a Italia "fue una experiencia terrible". Pero sin darse cuenta, fue lo que lo impulsó hacia Nueva York.

Cuando llegó la periodista de Univisión, suspendimos la charla.

Le pregunté: "le puedo tomar una foto Maestro?". Nervios? No hubo tiempo para nervios. Todo pasó muy rápido. Recursos... Qué recursos tengo??? Me pregunté en ese instante y me lo sigo preguntando ahora.

Cuarto oscuro. Escalera metálica. Mesas dobladas. Cortina de terciopelo negro, luz de oficina en el techo alto. Maestro, párese ahí por favor. Muy bien. Ahora espéreme un segundo por favor y traigo una silla. Siéntese como ud más cómodo se sienta. Se me ocurrieron preguntas brillantes para sacar alguna reacción en su cara. Silencio largo. "Cuándo cumple años? Cuál ha sido el mejor regalo que le han dado?". Al frente de mi lente estaba una cabeza brillante buscando respuestas a preguntas que sólo buscaban una reacción de menos de un segundo. Mirada que piensa. Sonrisa. Una respuesta rápida: "no me acuerdo". Después de varias fotos, dejo de disparar la cámara y le digo: gracias maestro. "Pero no me pusiste a hacer nada", me reclamó. "Yo sé que no soy fotogénico", me disparó.

Mientras lo entrevistaban, pasé a la oficina de Spencer, el presidente de la Galería, quien apenas supo que acababa de llegar de Colombia, fue y sacó un libro de gran formato y me lo regaló. Más que merecido el abrazo. "Un día estaré exhibiendo acá", le dije. Y me dio una tarjeta diciéndome que le encantaría ver mi trabajo.  

Cuando el maestro terminó la entrevista se puso una bufanda y se disponía a salir con prisa. 

Maestro, lo acompaño a coger su taxi. No fue una pregunta. 

Nos subimos al ascensor. Sí. Ahí estábamos sólos Ruven Afanador y yo. Él estaba en la esquina izquierda del fondo. Tenía la cámara en mi mano de manera que lo enfoqué y le pedí que no me mirara. Foto. Párese en el centro por favor. Se movió. Foto. Tres pisos abajo, se abrió la puerta del ascensor. "Estas me gustaron más", me dijo. Sonreí. Sonreí toda la tarde. (Todavía estoy sonriente).

Afuera. Un día lluvioso en Nueva York. En la esquina de la 57th con Lexington. Ruven Afanador esperaba un taxi. Taxi que se demoró unos minutos. Minutos que aproveché para hacerle fotos. Todos los ángulos. Todos.

Traté de distraerlo para alargar unos segundos su compañía. "La luz de Nueva York es una maravilla, le dije. Vea cómo se cubre con neblina la parte de arriba de esos edificios. El miró. Seguí disparando. Agachado. Parado. Me paré al frente de los carros que estaban en semáforo en rojo. Foto. Foto. "Si están quedando buenas?", me preguntó mientras buscaba un taxi con la mirada. 

Paró un taxi. Y yo, de tomar fotos.

Se subió rápido. "Nos vemos a las 5.30", me alcanzó a decir antes de que su enorme brazo jalara la puerta amarilla que me dejaba como a un niño que suben en la máquina de monedas y se acaba el tiempo. Todo se quedó quieto de un momento a otro. Incluso el maestro Ruven Afanador. En mi memoria. En mis fotos. Así: quieto. Sin prisa. Congelado para siempre.

Dos semanas después sigo viendo estas fotos imprevistas que no me imaginé tomar.
Las he visto mil veces.  

Y llegó este día. El día de contarles a ustedes esta experiencia niuyorquina. El día que conocí y fotografié a Ruven Afanador, como si yo fuera un niño jugando a ser el fotógrafo del fotógrafo.

Después fue el evento y la firma de los libros Angel Gitano y Sombra.


Acá las fotos improvisadas.

Proyecto Personal: Fernando Montaño

Fernando Montaño es bailarín de ballet. Es colombiano. Es Negro. De Buenaventura, costa del Pacífico. Es un ejemplo de superación, disciplina y todas esas cosas buenas con las que contó desde niño para alcanzar sueños que ni siquiera había soñado. 

Tuve la fortuna de conocerlo en Londres. Me contrató para hacerle unas fotos de portafolio personal. Luego me invitó a hacerle fotos mientras lo maquillaban para su primer papel protagónico, el bufón de Cenicienta. Fue muy especial e histórico ese momento, para Fernando y para mí, por supuesto. 

Hoy tengo el agrado de compartir con ustedes las fotos que le hice a Fernando en su reciente visita a Bogotá, al Teatro Colón donde con sus más queridos amigos y colegas de ballet fueron el show principal de la reapertura del teatro más importante de Colombia.