No todos los días le dicen a uno que vaya a retratar a una leyenda de Hollywood. Y menos en Cartagena, Colombia. Acá les cuento qué pasó cuando me llegó ese día.
"No vas a tener mucho tiempo con ella", me anticiparon. Eso, en cambio, si se lo dicen a uno a menudo.
Las fotos serían en un hotel boutique en la ciudad antigua. Me dijeron que tendría sólo 10 minutos con Susan. La productora que la acompañaba, al final me dijo, "las tomaste en ocho minutos". ¿Qué hubiera hecho en dos minutos adicionales? Lo más seguro es que le hubiera dado la mano, se la besaría y le contaría que me había soñado con ese momento muchas veces en mi vida. De ñapa, le hubiera pedido un abrazo.
Hola Susan, soy Pablo Salgado y te voy a retratar. "¿Estás cansada?", le pregunté. "Si, mucho", me dijo sin mirarme a los ojos. Ocho minutos después se despediría de la misma manera. Eran casi las 11.30 am. Ella caminó hacia donde le fui indicando. "Vas a tener que volver a Cartagena a disfrutarla, vivirla, sentirla... en estos minutos me gustaría que la respires sin pensar en nada", me aventuré a decirle.
Marqué tres lugares diferentes para los retratos. En todos, la textura de Cartagena era evidente. Mi querido amigo Gabriel Santaella, me acompañó en esta misión fotográfica y me ayudó con la luz. "Si la bajas te queda mejor", le dijo Susan a un Gabriel que todavía tenía la boca abierta.
Fuimos de una pared a otra. De otra pared a una puerta que daba hacia la calle. La brisa movía los crespos de Susan. "¿Qué es lo que te enamora de tu trabajo?", pregunté rompiendo el silencio. La pensó. "The connection, I think".
Le indiqué a Susan cuál sería el último lugar para las fotos: Una pared amarilla. Y busqué un ángulo diferente, digamos, un ángulo con perspectiva. Tiempo después, cuando vi esa foto, me acordé de Van Gogh.
Cuando empecé a tomarle fotos a Susan, me di cuenta que ella sabía perfectamente cómo pararse, cómo usar las manos, e incluso cómo mirar o ignorar. Aprendí que no siempre hay que dirigir a un personaje, más que, "voy a empezar con esta pared de fondo, luego esa puerta y por último, vamos a esa pared amarilla". El resto lo hizo ella casi que en automático. Me pareció importante respetarle al personaje su naturalidad.
En el hotel nos prestaron una mesa redonda, alta. La cubrí con una de las telas que llevé y la usamos para hacer algunas tomas con pose de manos. Manos, que de alguna manera, delataban su edad.
Cuando terminamos, le agradecí. Ella sólo dijo que necesitaba descansar y que le hubiera gustado haberse retocado un poco más para las fotos. Caminó hacia su habitación, seguida de sus acompañantes. Minutos más tarde, caí en cuenta que le acababa de hacer fotos a una gran actriz de hollywood y aunque me gustó la sensación, sentí que estuve con una persona que carga con una tristeza en el alma.
Para los fotógrafos: usé un flash montado en un miniocta, el cual fuimos ajustando en altura y ángulo. Generalmente la potencia que uso en el flash es 1/8, siempre manual.