Le harás fotos al escritor Arnoldo Palacios. Es posible que nos haya pasado lo mismo. Ni idea quién es ese señor. Que ignorancia por Dios. Gracias a google supe quién era. Y gracias a youtube lo pude ver y oir.
Entonces cuando lo vi en persona, ya había camino recorrido. Mi voz de saludo, "Maestro, gran honor tenerlo en mi estudio", sonó convincente. Cualquier observador internacional diría que el man de las fotos sabía a quién tenía como personaje para retratarlo. Obvio, Arnoldo Palacios, el autor de varios libros, como el libro Estrellas Negras.
Había leído que al maestro Palacios le costaba caminar. Pero el primer reto cuando lo vi por primera vez en mi vida era: ¿Qué hago con su silla de ruedas? ¿Foto con y sin?
Maestro, ¿se puede mantener de pie unos segundos para una foto? El coro fue de todos sus acompañantes al mismo tiempo: "NO". Bien. Entonces, "Podemos sentarlo en esta silla de madera?", insistí por ese otro lado. Ya no contestaron todos. Sólo la sobrina dijo, "claro, no hay problema". Hasta ahí todo muy serio y con gran respeto.
Yo ya había buscado una selección de música para la sesión. Puse una combinación de jazz y blues. Pensé que era música que al maestro le correría por las venas, por decirlo de alguna manera poética y sanguínea al mismo tiempo. "Me gusta esa música", dijo mientras soltaba una sonrisa de medio lado, con la mirada perdida, como pensando en una letra que no llegaría a descifrar.
Una vez "acomodado" don Arnoldo Palacios en la silla de madera, le acerqué una mesa también de madera, pensando en las poses con sus manos negras, expresivas. Manos tal vez del doble del tamaño de las que decimos "normales". Estas, de Arnoldo, eran unas manos adultas.
Mientras le ayudaba a cuadrar sus piernas debajo de la mesa, empezó nuestro diálogo fotógrafo-personaje. Y empecé a descubrir la magia de este chocoano. Una persona simpática. Dicharachera. Con buenas anécdotas. De risa fácil. Lo cual me permitió empezar a soltar chistes flojos. Afortunadamente conté con buena recepción por parte del maestro afro-colombiano. Por momentos, me sentí como un alimentador de carcajadas. Hasta me animé a hablarle en francés. Pésimo por su puesto. En un momento le dije: "Ce la vi... todita". Me parece que desde ese momento, Arnoldo se quedó esperando la parte seria de la sesión de fotos. Porque al final me dijo: "pensé que este tema de las fotos era más serio". Que pena haberlo decepcionado maestro, le respondí con tono de burla y nos reímos como viejos amigos. Fue un rato muy agradable.
Al final me hizo un comentario que me llenó buena parte del alma: "Que día tan feliz", me dijo montado en su silla de ruedas listo para salir hacia su casa.
Después de la despedida de abrazo y sentir que acaba de hacer unos buenos retratos, me senté a pensar. No fue tan difícil como dicen. Vi todo lo que estaba alrededor: luces, flashes, stands, trípodes, fondos pintados a mano, cámaras, baterías, entre otras cosas. Son las herramientas que me permiten comunicar, conectar a mis "pacientes" con quienes los ven después en las publicaciones. Pero en ese momento, me di cuenta de algo más.
Me sentí agradecido. Bendecido. Sentí que mi fortaleza no está en los equipos. Ni en la técnica. Ni en el ángulo de la cámara, ni en la óptica para cada foto. No. Todo eso ayuda. Pero realmente mi fortaleza está en la interacción que logro con cada persona al frente de mi lente. Logro una conexión con ellos que se ve reflejada en cada retrato. Me refiero a los retratos donde salen con los ojos abiertos, por supuesto.
Esa es mi herramienta más poderosa. Es poder decir, preguntar. Aportar. No sé de dónde sale el espíritu del recurso. Pero siempre parece que fuera conmigo a todas partes. Siempre siento que hay elementos que me ayudan a superar limitaciones. Y eso hace que me enamore más de esta profesión a la que decidí dedicarme hace 10 años. Me gusta la gente...
Ese "que día tan feliz", del maestro Arnoldo Palacios, me dejó con una sonrisa permanente. Me dejó listo para la siguiente foto. Por eso, gracias.
Acá algunas de las imágenes de esa sesión que se quedó para siempre en el archivo que llevo por dentro.