No todos los caminos llegan a Roma. Hay uno que lo lleva a Cartagena. La ciudad donde los sueños se hacen realidad.
Lo digo por qué lo he visto varias veces. Y lo volví a ver hace unos días cuando Carolina y Juan Pablo se casaron. Se vistieron espectacular. Se vieron antes. Carolina estaba divina. Pura novia portada de revista. Y Juan Pablo tuvo el privilegio de verla vestida de novia antes que todo el mundo. Maravilloso.
Cartagena es uno de los mejores escenarios para celebrar el amor. Todo es lindo. Y lo que no es tan lindo, también es lindo. Romántico. Histórico. Colorido. Real. Fotogénico.
Los novios caminaron por andenes. Por la mitad de la calle. En la muralla. Saludaron gente. Se encontraron con uno o dos invitados. Y así. Todo muy divertido. Todo muy espontáneo. Casual.
No voy a alargar el rollo. Todos los detalles del matrimonio: espectaculares. La organización de Eleganza, como para quitarse el sombrero y aplaudir. O para aplaudir sin quitarse el sombrero. O como quiera.
La Catedral. La carroza. La lluvia. La buena energía. El calor. La ceremonia. La música alegre. La decoración. La 33. La vista de Cartagena. Y los invitados: haga de cuenta casting de Hollywood. Las fotos no mienten.
Las familias, adoradas. Me sentí siempre como un miembro más. A ellos mi cariño y mi agradecimiento por su buena onda.
Casarse en Cartagena es como un sueño.