Me encantan. Acá en Colombia le decimos corbatín (bowtie). Son muy útiles cuando tomo sopa, porque no se ensucian. Sólo se ensucia la camisa, pero jamás el corbatín.
Me gustan los corbatines porque siento que le dan un toque especial a mis pintas en los eventos. Heredé unos 75 corbatines de mi abuelo Gabriel Barrientos y pensé que podría darles un buen uso. Me costó aprender a hacerlos... Pero practicando di con el chiste. Y adicionalmente, uno que otro video en youtube.
Me parece que el detalle del corbatín junto con mi uniforme de fotógrafo, es llamativo y me caracteriza como personaje en las bodas. Además, me pongo tirantes, gorra inglesa, pantalones de colores y botas de gamuza...
Dentro de todas las cosas que se organizan en un matrimonio, como decoración, colores, flores, detalles por todas partes, me gusta agregarle ese toque a mi vestimenta. Hacerla especial. "Me gusta su pinta, vamos a ver cómo le quedan las fotos", me dicen mientras me acomodo el cuello de la camisa para pasar saliva.
Intenté usarlos en Cartagena. Fui valiente. Apelé a una fuerte iniciativa de personalidad. Pero casi me ahogo del calor. Un invitado me dijo: "por el bien de la humanidad, quítese ese corbatín". Y le hice caso.
Entonces descubrí que los corbatines, parte esencial de mi atuendo fotográfico, se deben usar en ciertos momentos. De usarlos siempre, se convertirán en manos que te aprietan el pescuezo y de te dejan sin respiración. No tan dramático. Pero más o menos.
Pues la buena noticia es que me conseguí a la mejor fabricadora de corbatines que me haya podido conseguir en el mundo. Y estaré feliz de llevar diseños exclusivos hechos por mi adorada mamá.
La foto de abajo, fue tomada por Maria Isabel Agudelo en un matrimonio en Cajicá.