En el Dorado.

El lugar donde me acerqué más a Liniers.

¿Quién es Liniers?
Visto desde los ojos de un cristiano común y corriente, Liniers es donde viene empacado un genio gigante que dibuja pingüinos, duendes y otros muñequitos. Y ese maestro logra mejorar la forma de ver y vivir la vida.

Estuve con él. Charlamos. Me contó cosas de su vida. Nos reímos. Lo retraté.

Perfil: El "Tío" del Amazonas visita al Diablo

Se perdió en la selva de cemento

Encuentro con El Tío y lo que dijo sobre esas cosas que no se han dicho del Amazonas.

juan camilo carrizosa

Después de 20 años de graduado del colegio fue realmente emocionante encontrarme con “El Tío”. Un amigo con el que crecí, compartí profesores, recreos, partidos de fútbol y  excursiones por diferentes lugares de Colombia. Con El Tío viajé al Amazonas a ojo cerrado. Y si usted lo conociera, haría lo mismo.

El Tío nació para la selva. Cree profundamente que su vida no tiene sentido si está detrás de un escritorio todos los días.  En cambio está convencido que la selva le guarda respeto y lo protege. Así se lo dijeron los indígenas del Amazonas, incluido el principal cacique de caciques, el jefe de 27 comunidades indígenas, el Papa del Amazonas: el mismísimo Diablo.

No podía creerlo. El Diablo me estaba hablando. Decía cosas indescifrables y se reía. Cuando hablaba le salía humo verde. Humo que entraba directo por sus redondas y amplias fosas nasales. Entre los nervios de los bichos y la lejanía del cemento, eso era lo que me faltaba: no entenderle nada a ese señor. Mientras me hablaba el Diablo yo miraba sus ojos perdidos. Hacía un recorrido por la Maloka y regresaba a sus gestos. Por momentos, me sentía como protagonista de documental de National Geographic al frente del personaje más famoso de la selva. Sí. Esos personajes que uno ve por televisión. En la tranquilidad del hogar: sentado y cómodo. ¿Un whisky? No era el caso. Allá estábamos. Con sed. Sin agua potable a la mano. En la mitad de la selva, dentro de la Maloka del Diablo. Con la cara lavada en sudor. Sentados en una tabla tratando de interpretar lo que tenía que decirnos el Maestro. Nos mirábamos entre sí en busca de respuestas pero las dudas se fueron y volvieron como el humo...

Aclaremos lo del Diablo para que estemos en la misma página. Este Diablo no es ningún demonio. No tiene cachos ni cola. Lo que si tiene es poco diente. Este Diablo es un indígena Huitoto. Nació hace 76 años, pero lleva vividos como unos 150, entre rape, mambe, yarumo y otras mezclas orgánicas. Todos en la comunidad indígena le guardan respeto y admiración. Dicen que tiene todos los poderes de chamán. El Tío es uno de los que lo cree seriamente. El viejo es curandero, brujo, maestro y usted conoce su historia cuando abre la boca y habla. Lo que dice va impregnado de mambe con un poco del envolvente humo de un pielrroja sin filtro.

El Diablo no se sienta. Se acurruca. Esto, mientras bate y bate la mezcla de coca con cenizas de yarumo. En este swing, sus ojos buscan pasado y futuro. Entona oraciones y cánticos en su dialecto. Cierra los ojos y levanta las cejas. Para un primíparo como yo, lo que decía era bastante raro. A lo mejor uno de los dones recibidos del más allá sea ese, el de que los demás indígenas entiendan perfectamente lo que él les dice. Lo supe de inmediato cuando suspendió el canto. Murmulló muy bajito. Un indígena que estaba cerca prestando atención, salió corriendo. A los pocos segundos, llegaba con el tarro del mambe para recarga. 

Muy cerca del Diablo está El Tío. No le quita el ojo de encima al Maestro. Con toda su sutileza felina, El Tío se acerca con prudencia al Diablo. Se le acerca más y asiente. Con su cabeza inclinada, parece, en parte, recibiendo la bendición. En parte, tratando de entender lo que le dice el chamán. Parecían rezos y mensajes que llegaban del más allá. Eso me confundió. Porque para mí, hacía rato estábamos en el más allá.

Si pudiera escoger, El Tío escogería la selva. Es donde se siente cómodo. No le tiene miedo a ningún bicho. De las cosas que más disfruta es salir en las noches a explorar.  Insiste que en las noches es cuando realmente se ve la vida de la selva en toda su magnitud. Y le creo. Porque en la noche se veían más de una docena y media de ojos que brillaban con las linternas. Y todos parecían estar mirando hacia acá. Miles de seres vivos nos miraban. ¿Anacondas? ¿Jaguar? Lo que fuera. No me esforcé en salir de la duda.

Bogotano. Bachiller del Gimnasio Moderno. El Tío estudió Administración de Empresas y se ha dedicado a trabajar en la compañía familiar que tiene más de 50 años. Pero lo suyo son los cuchillos afilados, los colmillos de tigre y las caminatas nocturnas en la jungla salvaje. Y mil vainas más relacionadas con selva y aventura. Él mismo cree que no está en el lugar indicado cuando lo veo detrás de un escritorio. Pero de todas maneras, le saca provecho a su realidad urbana. Ha logrado convocar a extranjeros que buscan la jungla salvaje. Exacto. No buscan el camino del turista que va en pantaloneta y camiseta del Barcelona tomando fotos con un iPhone. No. El Tío los lleva con las manos sueltas por entre la madre selva. Explicando las técnicas y trucos para ir y volver a contar el rollo. Me pasó a mí. El Tío no entra a la selva sin pedirle permiso a la madre naturaleza. Una vez adentro, respeta cada tronco, cada planta. Va con la vista atenta. Parece que tuviera sensores. Asegura cada paso que da entre la maraña de raíces que brotan del piso. Raíces que no parecen otra cosa que las mismas venas de este pulmón del mundo. Que nos ve avanzando. Hacia el más allá.

La pasión de este aventurero por el Amazonas lo hizo hacer un hotel. Fue su excusa para tener contacto permanente con la selva. Lo construyó en tres meses con todo lo que le daba el entorno. Como atracción para los visitantes, tenía más de 50 serpientes en un reservorio. Las liberaba y salía a buscar otras. De verdad las consentía. Tanto, que salía a conseguirles alimento. Alimento vivo, por supuesto. En sus garras cayeron ratones y sapos de cualquier cantidad de tamaños.

Si los mexicanos tienen un ritual de sal y limón para tomar tequila. Los huitotos tienen su propio estilo de comerse un gusano mojojoy: se le quita la cabeza, se le sacan las tripas y se absorbe toda la sustancia, que no es otra cosa que grasa. Eso parece que alivia los problemas respiratorios. Yo casi me quedo sin respiración tomando las fotos de esa sangrienta secuencia. 

Pasaron los días. Navegamos por el Amazonas. Vimos la vida alrededor del río. Niños y ancianos. Blancos, negros e indios. Descubrí cómo funciona el pulmón del mundo.

¿Usted cuándo piensa ir?

 

 

 

 

 

Bocas: Mis ocho minutos con Susan Sarandon

No todos los días le dicen a uno que vaya a retratar a una leyenda de Hollywood. Y menos en Cartagena, Colombia. Acá les cuento qué pasó cuando me llegó ese día.

"No vas a tener mucho tiempo con ella", me anticiparon. Eso, en cambio, si se lo dicen a uno a menudo.

Las fotos serían en un hotel boutique en la ciudad antigua. Me dijeron que tendría sólo 10 minutos con Susan. La productora que la acompañaba, al final me dijo, "las tomaste en ocho minutos". ¿Qué hubiera hecho en dos minutos adicionales? Lo más seguro es que le hubiera dado la mano, se la besaría y le contaría que me había soñado con ese momento muchas veces en mi vida. De ñapa, le hubiera pedido un abrazo.

Hola Susan, soy Pablo Salgado y te voy a retratar. "¿Estás cansada?", le pregunté. "Si, mucho", me dijo sin mirarme a los ojos. Ocho minutos después se despediría de la misma manera. Eran casi las 11.30 am. Ella caminó hacia donde le fui indicando. "Vas a tener que volver a Cartagena a disfrutarla, vivirla, sentirla... en estos minutos me gustaría que la respires sin pensar en nada", me aventuré a decirle.

Marqué tres lugares diferentes para los retratos. En todos, la textura de Cartagena era evidente. Mi querido amigo Gabriel Santaella, me acompañó en esta misión fotográfica y me ayudó con la luz. "Si la bajas te queda mejor", le dijo Susan a un Gabriel que todavía tenía la boca abierta.

Fuimos de una pared a otra. De otra pared a una puerta que daba hacia la calle. La brisa movía los crespos de Susan. "¿Qué es lo que te enamora de tu trabajo?", pregunté rompiendo el silencio. La pensó. "The connection, I think".

Le indiqué a Susan cuál sería el último lugar para las fotos: Una pared amarilla. Y busqué un ángulo diferente, digamos, un ángulo con perspectiva. Tiempo después, cuando vi esa foto, me acordé de Van Gogh.

Cuando empecé a tomarle fotos a Susan, me di cuenta que ella sabía perfectamente cómo pararse, cómo usar las manos, e incluso cómo mirar o ignorar. Aprendí que no siempre hay que dirigir a un personaje, más que, "voy a empezar con esta pared de fondo, luego esa puerta y por último, vamos a esa pared amarilla". El resto lo hizo ella casi que en automático. Me pareció importante respetarle al personaje su naturalidad.

En el hotel nos prestaron una mesa redonda, alta. La cubrí con una de las telas que llevé y la usamos para hacer algunas tomas con pose de manos. Manos, que de alguna manera, delataban su edad.

Cuando terminamos, le agradecí. Ella sólo dijo que necesitaba descansar y que le hubiera gustado haberse retocado un poco más para las fotos. Caminó hacia su habitación, seguida de sus acompañantes. Minutos más tarde, caí en cuenta que le acababa de hacer fotos a una gran actriz de hollywood y aunque me gustó la sensación, sentí que estuve con una persona que carga con una tristeza en el alma.

Para los fotógrafos: usé un flash montado en un miniocta, el cual fuimos ajustando en altura y ángulo. Generalmente la potencia que uso en el flash es 1/8, siempre manual.

 

susan_sarandon_by_pablosalgado

Bocas: novena portada con un personajazo

Pablo, está disponible "tal" viernes? Si. Listo, le va a tomar la foto a Nilbio Torres, protagonista de la película El Abrazo de la Serpiente. "Ufff", pensé alegremente. 

Estábamos cerca de los premios Oscar de la academia. Estábamos nominados. Dije "estábamos", porque sentí la película muy mía. Muy colombiana.  Ahora digo, "estuvimos".

Por ese mismo momento en el que se encontraba la película, me gustó la idea de la portada para la Revista Bocas. Y saber que tendría a un actor natural frente a mi lente en mi estudio, me hizo frotar las manos y me puse a trabajar en los retratos.

Para no alargar la carreta, les cuento que le presenté una propuesta al director de la revista. Le dije, como vamos a Hollywood con la película, porque no vestimos muy elegantemente a nuestro gran personaje. No me suena, me respondió. Lo entendí. Sin embargo le insistí. Porque me gusta insistir. A veces al borde la intensidad. Pero le dije, hagamos el ejercicio de vestir a Nilbio, indio nativo, de smoking. Confío en usted, me dijo el director. Nunca lo he dudado, le dije. Y manos a la obra.

Llegó Nilbio a mi estudio y me di cuenta que en la película se veía más alto. Lo saludé mirándolo a los ojos, es decir, inclinando mi cabeza hacia abajo un poco. Sonriente me estrechó su mano y entonces me di cuenta que su mano en cambio, era enorme y, la mía, enana.

Las fotos desde el comienzo las pensé en blanco y negro porque la película fue revelada en blando y negro. Si usted, amable lector, ha visto mi trabajo en general y en la revista Bocas, se habrá podido dar cuenta que uso el recurso del claroscuro. Entonces mi receta para estas fotos serían un poco de lo mismo. Sin embargo, haría el ejercicio de combinar fondos. 

Otra idea que se me ocurrió, fua parecida a la que tuvo David Hobby, uno de mis grandes mentores y con quien hice un taller presencial hace unos años en Londres. Si. Fue la persona que me enseñó a iluminar con flashes. Un maestrazo. Si les interesa aprender sobre iluminación, se los recomiendo. Para la foto que les presento, usé como referencia una que tomó David durante un workshop en Dubai. Lo que hizo David fue pedirle el favor a unos colegas que se acercaran con sus cámaras y flashes. Flashes que controló desde su cámara y tomó la foto que quedó así: haga click para ver la -> FOTO

Entonces, y sí me alargué en este rollo, le pedí a dos amigos que me ayudaran a hacer una foto. El papel de ellos era "simular" ser paparazzis. Tendrían dos flashes montados en dos cámaras y yo tendría control sobre esos dos flashes. Y así fue como tomé esta foto:

 

Nilbio apareció frente a mi lente vestido de smoking, todo un 007, todo un actor natural llevado al mundo del espectáculo. Un momento sin precedentes. Un momento nunca antes vivido. Un momento inolvidable. Click!!

Hay muchas más anécdotas de esta sesión, pero acepto un café para echarla completa. 

Confieso que me gocé estas fotos de principio a fin. Fue mi novena portada con Revista Bocas. Gracias Nilbio. Gracias a mi equipo de amigos, Juan C Carrizosa, Segio Angel, Maria Cristina Nava, Nacho Pabón.

Les presento una galería con algunas de las fotos que le hice a Nilbio Torres, quien viajó desde Mitú para esta sesión.


 

Perfiles: Herney Meléndez

Hoy estaba buscando unas fotos para decorar la sala de un cliente y me encontré con imágenes del pasado con historias increíbles que he vivido en estos últimos 15 años. 

Apareció don Herney Meléndez. Un talentosísimo artista colombiano que vivía en Londres en esa época. Muy querido en la comunidad latina de la capital inglesa. Me acuerdo que me sorprendió su gran facilidad para asumir roles de personajes tan diferentes: el borracho, el voltiado, el bobo, el burletas... personajes con los que realizaba sus shows en diferentes eventos sociales. 

Era el verano del 2007 que ya calentaba bueno. Yo venía trabajando mi revista Perfiles con alegría y muchas ganas. Siempre estaba en la búsqueda de personajes con historias interesantes. Con talentos. Digamos que empecé mi propio "American/British/Latin Idol" antes que salieran en la tv. Y encontré, como decía, personajes como Herney a quienes tuve la fortuna de entrevistar y fotografiar.

En esa época estaba empezando a cacharrearle al Photoshop, por eso verán un par de montajes donde intento hacer que los personajes interactúen unos con otros. La técnica: usa trípode. Elegir un encuadre y hacer varias fotos... Después de unen los layers/capas en Photoshop. Sencillo.

Me reí mucho oyendo sus cuentos. Sus historias. Viéndolo bailar con una muñeca. Con otra muñeca. Y ahora viendo las fotos, reviví los momentos que compartí con él y quise compartirlo antes de seguir buscando otras cosas.

Con ustedes, Herney Meléndez.


Bocas: mi momento con Arnoldo Palacios

Le harás fotos al escritor Arnoldo Palacios. Es posible que nos haya pasado lo mismo. Ni idea quién es ese señor. Que ignorancia por Dios. Gracias a google supe quién era. Y gracias a youtube lo pude ver y oir.

Entonces cuando lo vi en persona, ya había camino recorrido. Mi voz de saludo, "Maestro, gran honor tenerlo en mi estudio", sonó convincente. Cualquier observador internacional diría que el man de las fotos sabía a quién tenía como personaje para retratarlo. Obvio, Arnoldo Palacios, el autor de varios libros, como el libro Estrellas Negras.

Había leído que al maestro Palacios le costaba caminar. Pero el primer reto cuando lo vi por primera vez en mi vida era: ¿Qué hago con su silla de ruedas? ¿Foto con y sin?

Maestro, ¿se puede mantener de pie unos segundos para una foto? El coro fue de todos sus acompañantes al mismo tiempo: "NO". Bien. Entonces, "Podemos sentarlo en esta silla de madera?", insistí por ese otro lado. Ya no contestaron todos. Sólo la sobrina dijo, "claro, no hay problema". Hasta ahí todo muy serio y con gran respeto. 

Yo ya había buscado una selección de música para la sesión. Puse una combinación de jazz y blues. Pensé que era música que al maestro le correría por las venas, por decirlo de alguna manera poética y sanguínea al mismo tiempo. "Me gusta esa música", dijo mientras soltaba una sonrisa de medio lado, con la mirada perdida, como pensando en una letra que no llegaría a descifrar.

Una vez "acomodado" don Arnoldo Palacios en la silla de madera, le acerqué una mesa también de madera, pensando en las poses con sus manos negras, expresivas. Manos tal vez del doble del tamaño de las que decimos "normales". Estas, de Arnoldo, eran unas manos adultas.

Mientras le ayudaba a cuadrar sus piernas debajo de la mesa, empezó nuestro diálogo fotógrafo-personaje. Y empecé a descubrir la magia de este chocoano. Una persona simpática. Dicharachera. Con buenas anécdotas. De risa fácil. Lo cual me permitió empezar a soltar chistes flojos. Afortunadamente conté con buena recepción por parte del maestro afro-colombiano. Por momentos, me sentí como un alimentador de carcajadas. Hasta me animé a hablarle en francés. Pésimo por su puesto. En un momento le dije: "Ce la vi... todita". Me parece que desde ese momento, Arnoldo se quedó esperando la parte seria de la sesión de fotos. Porque al final me dijo: "pensé que este tema de las fotos era más serio". Que pena haberlo decepcionado maestro, le respondí con tono de burla y nos reímos como viejos amigos. Fue un rato muy agradable.

Al final me hizo un comentario que me llenó buena parte del alma: "Que día tan feliz", me dijo montado en su silla de ruedas listo para salir hacia su casa.

Después de la despedida de abrazo y sentir que acaba de hacer unos buenos retratos, me senté a pensar. No fue tan difícil como dicen. Vi todo lo que estaba alrededor: luces, flashes, stands, trípodes, fondos pintados a mano, cámaras, baterías, entre otras cosas. Son las herramientas que me permiten comunicar, conectar a mis "pacientes" con quienes los ven después en las publicaciones. Pero en ese momento, me di cuenta de algo más.

Me sentí agradecido. Bendecido. Sentí que mi fortaleza no está en los equipos. Ni en la técnica. Ni en el ángulo de la cámara, ni en la óptica para cada foto. No. Todo eso ayuda. Pero realmente mi fortaleza está en la interacción que logro con cada persona al frente de mi lente. Logro una conexión con ellos que se ve reflejada en cada retrato. Me refiero a los retratos donde salen con los ojos abiertos, por supuesto. 

Esa es mi herramienta más poderosa. Es poder decir, preguntar. Aportar. No sé de dónde sale el espíritu del recurso. Pero siempre parece que fuera conmigo a todas partes. Siempre siento que hay elementos que me ayudan a superar limitaciones. Y eso hace que me enamore más de esta profesión a la que decidí dedicarme hace 10 años. Me gusta la gente...

Ese "que día tan feliz", del maestro Arnoldo Palacios, me dejó con una sonrisa permanente. Me dejó listo para la siguiente foto. Por eso, gracias.

Acá algunas de las imágenes de esa sesión que se quedó para siempre en el archivo que llevo por dentro.